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20 de abril de 2014

#17 Paraíso Etílico.

Antes de llegar al metro para irme a trabajar en este glorioso domingo pascuero, un hombre que claramente, iba demasiado ciego como para poder gesticular correctamente, me ha preguntado si "el chino de la esquina estaba abierto ya". La pregunta en si misma, ya era lo suficientemente estúpida como para ni siquiera contestar,  estaba con los cascos puestos y con sólo apartar la mirada podría haber evitado aquel ebrio señor, que para convertirse en una tarta de whisky solo le hacía falta una tarta.

Era de las primeras veces que me veía a este lado de la barra, normalmente soy yo el que gesticula inconexo, la verdad es que ese hombre me había conmovido. Aquel hombre en mi ojos no eran ya un terrible infraser, aquel hombre era un caballero español, espejo de foráneos. Aquel ciego hijo de perra me ha tenido que repetir dos veces aquella bendita frase, porque la primera tenía música puesta. Era como jugar a los trabalenguas con un niño tartamudo. Tenía a ese hombre a mi merced, su mirada no acertaba a comprender lo que ocurría exactamente en su alrededor. Aquel hombre me miraba con ojos de cordero degollado. Aquel hombre ya estaba vendido. Le dije que aquel lugar ya no lo llevaban unos chinos, pero que estaba cerrado. Aquello le había golpeado como un mazo. No se si se entristeció por las primeras pinceladas de un posible debacle comercial chino, o porque no pudo hacerse su penúltima copa. Porque es siempre la penúltima. Se fue arrastrándose calle abajo y se lo trago la niebla.